miércoles, 24 de octubre de 2012

SINIESTRALIDAD: UNA FATALIDAD, EN GRAN MEDIDA, EVITABLE


LA MUERTE DE TRES JÓVENES EN ACCIDENTE LABORAL EN LA AUTOVÍA DEL PIRINEO SUPONE UN FRACASO COLECTIVO SIN PALIATIVOS, COMO YA DENUNCIARON AYER MISMO LAS ORGANIZACIONES SINDICALES, QUE EXIGEN AL GOBIERNO UNA INVESTIGACIÓN EXHAUSTIVA
La muerte de dos jóvenes trabajadores de mantenimiento de la Autovía del Pirineo (A-21), atropellados por un conductor que también falleció en el accidente -los dos primeros vecinos de Estella-Lizarra y la otra víctima de Sangüesa, todos ellos jóvenes de 23, 24 y 26 años de edad- es el trágico balance del último accidente laboral en Navarra. Es cierto que las circunstancias del accidente están aún bajo investigación y que pudieron confluir factores como la niebla o la velocidad en carretera, pero la realidad de la siniestralidad eleva ya a nueve las muertes en el trabajo en lo que va de este año 2012 en Navarra. Queda para la investigación posterior delimitar las responsabilidades de cada cual pero no es aventurado afirmar que un accidente laboral, más aún con resultado de muertes, es un fracaso colectivo sin paliativos, como ya denunciaron ayer mismo las organizaciones sindicales, que exigen una exhaustiva investigación de los hechos al Gobierno de Navarra. Más aún cuando el accidente tuvo lugar cuando los trabajos de mantenimiento se desarrollaban después de que la Autovía del Pirineo hubiese estado cerrada al tráfico 48 horas tras las fuertes lluvias del pasado fin de semana y acabase de ser reabierta a la circulación. Aunque las últimas cifras apuntaban a un descenso de la siniestralidad, este trágico accidente no debiera quedar como un suceso laboral o de tráfico más que pase a engrosar la fría lista de muertos y heridos de la siniestralidad laboral o viaria de este 2012. Y, sin embargo, una y otra vez se repite la fatalidad y permanece una sensación de desasosiego. La fatalidad en el trabajo tiene que ver en ocasiones con descuidos de los propios trabajadores, pero en muchas otras con la falta de prevención y la laxitud con que las empresas interpretan sus propios reglamentos de seguridad y los que rigen en el sector en que desarrollan su labor. Una descontrol creciente de las normativas de seguridad que parece haber aumentado al amparo de la crisis y los recortes. Porque además de la realidad de factores objetivos como la subcontratación -de hecho, los trabajadores fallecidos ayer pertenecían a una empresa subcontratada-, la precariedad o en ocasiones la falta de cualificación profesional, la pérdida de derechos sociales y laborales y la consideración del trabajo como un gasto y no como un valor añadido, aumentan una desregulación laboral donde se origina la siniestralidad mortal. Es, por tanto, una fatalidad en gran medida evitable.